lunes, 21 de noviembre de 2011

Muerte en las Urnas

Ayer día 20 de noviembre de 2.011, una vez más, todos los españoles fuimos llamados a las urnas. Del resultado de esas Elecciones Generales 2.011, que ya es conocido por todos, sobran los comentarios. No así alguna anécdota acaecida a lo largo de la  jornada.
En un colegio electoral de barrio madrileño de Hortaleza, un votante de 96 años, fallecía nada más depositar su voto.
 El estrés al que se someten y  nos someten nuestros políticos en el desarrollo de cada campaña electoral, acaba pasando factura. Muchos se quedan en el camino. No físicamente, aunque sí a modo de voto perdido, por la pereza, desilusión o tedio que produce en los electores tanta campaña electoral. No cabe duda de que el aburrimiento y el hastío son la tónica general que reflejan los ciudadanos en campaña electoral, transformada, puntualmente en evidentes formas de  crispación.
En cambio, casos como el del pasado domingo, ponen de manifiesto que algunos ciudadanos entienden su obligación a la hora de votar, como una responsabilidad inaplazable e irrenunciable, hasta el punto de dirigirse a las urnas, in extremis, acompañado de un familiar que le acerque al colegio, arrastrando los pies y con bastón, para al fin, una vez introducida la papeleta, fallecer, casi encima de la urna donde acaba de depositar su voto. La imagen, trae lejanamente a la memoria al Soldat Blessé  que en una guerra de desempleo, impuestos, congelación de pensiones y futuro incierto, se arrastra por el fango de la desesperanza hasta que  en su último  hálito de vida consigue clavar su bandera en lo alto de una colina.
La noticia en sí no es una anécdota más de la jornada electoral,  es el   paradigma  del ejercicio democrático del voto, acentuado por las limitaciones físicas del votante  con un desenlace inesperado e indeseado pero con trasfondo épico atemporal en  los tiempos actuales.

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