miércoles, 25 de abril de 2012

Leer, escribir... comer.

En abril aguas mil, dice un refrán y a lo que también podríamos añadir … y libros mil. Estamos en fechas de días de libros. Ferias de libros, intercambio de libros, libros por todas partes. Entrar en una librería o en unos grandes almacenes (sección de libros, claro) me produce cada día una mayor frustración al margen de la impotencia irracional, dicho se de paso, de querer abarcarlos todos.


Da la impresión de que todo el mundo se dedica a escribir libros. Hay tantos y de tan variada temática que uno se queda acomplejado, anonadado, diciendo: no puedo con esto.

Se puede y debe respetar el deseo y derecho a escribir de quienes habitualmente lo hacen, aunque sea mal. Escribir no es malo, de lo que no se sabe se aprende. Denota del que lo hace, una inquietud por las letras en sus diversos géneros. Si se llenan las librerías de basura ya no es problema de los que escriben, más bien de los que editan en aras de obtener un lucro aunque sea a costa de la literatura basura (véase sino la proliferación de la basura en los programas de televisión). No comparto la idea de algunos eruditos que consideran que para escribir bien ha de haberse leído al menos dos mil libros. Otros suben esta cifra por encima de los cinco mil. Siguiendo esta premisa nos preguntaríamos ¿Cuántos libros se habría leído Cervantes antes de escribir El Quijote?...



La feria del libro se han convertido ( si no lo era ya) en la feria de los libreros. Todo aparenta ser un negocio. Sólo se trata de vender libros, cuantos más mejor. A ver si con ello se consigue que seamos más cultos aunque sea por vía de la compraventa. Deberíase cambiar el concepto y pasar a la Feria del Lector, al Día del Lector, acontecimientos culturales donde los lectores habituales, lectores de verdad que leen al menos un libro al mes (que no está nada mal en los tiempos que corren) o que sin leer esa cantidad manifiesten una clara y sana inclinación por la literatura, organizasen tertulias, charlas y debates sobre narrativa, poesía, historia, (debate político no, por favor). Todo es cuestión de ponerse. Otras expresiones, formas o manifestaciones culturales sí tienen poder de convocatoria de grupo. Véanse las fiestas gastronómicas. Cuando se trata de comer, todo el mundo hace un sitio en su agenda. No falla. Si mañana se celebrase la Feria del Cordero Asado posiblemente hubiese lleno total en todos los bares y restaurantes de la localidad donde se celebrase. A rebosar. Nos queda camino por recorrer. El espacio entre el comedor y la biblioteca es todavía muy largo en nuestro país y con la barriga llena, cuesta trabajo acercarse a la biblioteca pública a interesarse por este o aquel libro. Cuestión de prioridades. Los españoles tenemos una tara genética que nos lleva a celebrarlo todo comiendo, quizás sea un rasgo heredado de haber sido un pueblo secularmente hambriento.

Pero bueno, tiempo al tiempo. Camino se hace al andar y grano no hace granero… pero, algún día dejaremos el yugo del estigma que nos tiene crucificados y paso a paso o mejor dicho página a página llegaremos a la conclusión de que entre la feria del libro y gusto por la lectura hay un abismo.