lunes, 25 de junio de 2012

Noche de San Juan


Hacía más de veinticinco años que no  asistía a la hoguera de  la noche de San Juan, con la salvedad de una pequeña  que en el año 1.998 hicimos en el huerto de la casa de mis padres. Fue allá por los primeros años ochenta la última vez que participaba en esa celebración en compañía de vecinos y amigos de la aldea de Cabío. Por  entonces, la tradición de la hoguera en la noche del 23 de junio, ya apuntaba en la dirección y el trato que hoy se le dispensa, el de una macro fiesta donde han aparecido nuevos protagonistas: la sardina y el churrasco.
Tradicionalmente, desde sus orígenes, la noche de San Juan  era una bienvenida al verano en la que se purificaban a través del fuego, los malos augurios y las supersticiones. Eran rituales de un cierta carácter familiar, en el caso de que por algún motivo no se hiciese una hoguera colectiva en el pueblo y  dónde llegado el caso se hacía  de reducidas dimensiones en la que  se quemaba pequeños objetos, telas, ropas o papeles que tuviesen un significado negativo.  Con el paso de los años la tradición ha ido degenerando en una exaltación de la sardina y de la carne asada, por supuesto regadas con los consabidos caldos de la tierra. Aquel refrán que dice Por San Xoán a sardiña pinga no pan, se ha llevado a la literalidad hasta el punto de entender que en San Juan hay que comer sardinas asadas porque así lo marca la tradición y a falta de sardinas, porque estas están por las nubes, echar mano de un buen churrasco que también baja bien en el calor del solsticio. Las sardinas, antiguamente, no es que se comiesen en San Juan, es que se comían todo el año y era en el mes de junio cuando estaban más apetitosas por la grasa que acumulaban.
La noche de San Juan se ha convertido con el paso de los años en el pistoletazo de salida a las bacanales estivales. Fiestas por doquier en cualquier punto de la geografía. Fiestas religiosas o paganas, lo mismo da, el caso es que haya fiesta   que luego ya nos quitarán lo bailado. Esto en los mejores casos porque en otros, agárrate, tienen incluso la calificación de Fiesta de interés turístico, creo que nacional y que  no es más que una escusa para un macrobotellón hasta las tantas de la madrugada.
Como decía, este año, después de muchos, he asistido a una hoguera en un pequeño pueblo castellano. Asistí con  la idea de que me iba a encontrar lo mismo que observo viene celebrándose en otros lugares, sardinadas a precios populares, cuando para mi sorpresa me encontré ante una celebración puramente tradicional, donde el pueblo, poco a poco se fue acercando a una pira en la hora previa a su encendido, para luego contemplar la hoguera en  silencio mientras muchos se acercaban a arrojar bolas de papel donde irían escritas las anécdotas negativas que le habrían sucedido a lo largo del año, para después en una rueda cogidos de la mano, bailar girando a su alrededor hasta que quedase convertida en rescoldos y luego marcharse a casa. Así de simple. No es más que eso.
La tradición mal entendida acaba en una degeneración de mal gusto por la exaltación desbocada de la fiesta y el cachondeo, pero que le vamos a hacer, así son las cosas… al menos esperemos que les haya aprovechado.

miércoles, 25 de abril de 2012

Leer, escribir... comer.

En abril aguas mil, dice un refrán y a lo que también podríamos añadir … y libros mil. Estamos en fechas de días de libros. Ferias de libros, intercambio de libros, libros por todas partes. Entrar en una librería o en unos grandes almacenes (sección de libros, claro) me produce cada día una mayor frustración al margen de la impotencia irracional, dicho se de paso, de querer abarcarlos todos.


Da la impresión de que todo el mundo se dedica a escribir libros. Hay tantos y de tan variada temática que uno se queda acomplejado, anonadado, diciendo: no puedo con esto.

Se puede y debe respetar el deseo y derecho a escribir de quienes habitualmente lo hacen, aunque sea mal. Escribir no es malo, de lo que no se sabe se aprende. Denota del que lo hace, una inquietud por las letras en sus diversos géneros. Si se llenan las librerías de basura ya no es problema de los que escriben, más bien de los que editan en aras de obtener un lucro aunque sea a costa de la literatura basura (véase sino la proliferación de la basura en los programas de televisión). No comparto la idea de algunos eruditos que consideran que para escribir bien ha de haberse leído al menos dos mil libros. Otros suben esta cifra por encima de los cinco mil. Siguiendo esta premisa nos preguntaríamos ¿Cuántos libros se habría leído Cervantes antes de escribir El Quijote?...



La feria del libro se han convertido ( si no lo era ya) en la feria de los libreros. Todo aparenta ser un negocio. Sólo se trata de vender libros, cuantos más mejor. A ver si con ello se consigue que seamos más cultos aunque sea por vía de la compraventa. Deberíase cambiar el concepto y pasar a la Feria del Lector, al Día del Lector, acontecimientos culturales donde los lectores habituales, lectores de verdad que leen al menos un libro al mes (que no está nada mal en los tiempos que corren) o que sin leer esa cantidad manifiesten una clara y sana inclinación por la literatura, organizasen tertulias, charlas y debates sobre narrativa, poesía, historia, (debate político no, por favor). Todo es cuestión de ponerse. Otras expresiones, formas o manifestaciones culturales sí tienen poder de convocatoria de grupo. Véanse las fiestas gastronómicas. Cuando se trata de comer, todo el mundo hace un sitio en su agenda. No falla. Si mañana se celebrase la Feria del Cordero Asado posiblemente hubiese lleno total en todos los bares y restaurantes de la localidad donde se celebrase. A rebosar. Nos queda camino por recorrer. El espacio entre el comedor y la biblioteca es todavía muy largo en nuestro país y con la barriga llena, cuesta trabajo acercarse a la biblioteca pública a interesarse por este o aquel libro. Cuestión de prioridades. Los españoles tenemos una tara genética que nos lleva a celebrarlo todo comiendo, quizás sea un rasgo heredado de haber sido un pueblo secularmente hambriento.

Pero bueno, tiempo al tiempo. Camino se hace al andar y grano no hace granero… pero, algún día dejaremos el yugo del estigma que nos tiene crucificados y paso a paso o mejor dicho página a página llegaremos a la conclusión de que entre la feria del libro y gusto por la lectura hay un abismo.