Hacía más de veinticinco años que
no asistía a la hoguera de la noche de San Juan, con la salvedad de una
pequeña que en el año 1.998 hicimos en
el huerto de la casa de mis padres. Fue allá por los primeros años ochenta la
última vez que participaba en esa celebración en compañía de vecinos y amigos
de la aldea de Cabío. Por entonces, la
tradición de la hoguera en la noche del 23 de junio, ya apuntaba en la
dirección y el trato que hoy se le dispensa, el de una macro fiesta donde han
aparecido nuevos protagonistas: la sardina y el churrasco.
Tradicionalmente, desde sus
orígenes, la noche de San Juan era una
bienvenida al verano en la que se purificaban a través del fuego, los malos
augurios y las supersticiones. Eran rituales de un cierta carácter familiar, en
el caso de que por algún motivo no se hiciese una hoguera colectiva en el
pueblo y dónde llegado el caso se
hacía de reducidas dimensiones en la
que se quemaba pequeños objetos, telas,
ropas o papeles que tuviesen un significado negativo. Con el paso de los años la tradición ha ido
degenerando en una exaltación de la sardina y de la carne asada, por supuesto
regadas con los consabidos caldos de la tierra. Aquel refrán que dice Por San Xoán a sardiña pinga no pan, se
ha llevado a la literalidad hasta el punto de entender que en San Juan hay que
comer sardinas asadas porque así lo marca la tradición y a falta de sardinas,
porque estas están por las nubes, echar mano de un buen churrasco que también
baja bien en el calor del solsticio. Las sardinas, antiguamente, no es que se
comiesen en San Juan, es que se comían todo el año y era en el mes de junio
cuando estaban más apetitosas por la grasa que acumulaban.
La noche de San Juan se ha
convertido con el paso de los años en el pistoletazo de salida a las bacanales
estivales. Fiestas por doquier en cualquier punto de la geografía. Fiestas
religiosas o paganas, lo mismo da, el caso es que haya fiesta que luego ya nos quitarán lo bailado. Esto
en los mejores casos porque en otros, agárrate, tienen incluso la calificación
de Fiesta de interés turístico, creo que nacional y que no es más que una escusa para un macrobotellón
hasta las tantas de la madrugada.
Como decía, este año, después de
muchos, he asistido a una hoguera en un pequeño pueblo castellano. Asistí
con la idea de que me iba a encontrar lo
mismo que observo viene celebrándose en otros lugares, sardinadas a precios
populares, cuando para mi sorpresa me encontré ante una celebración puramente
tradicional, donde el pueblo, poco a poco se fue acercando a una pira en la
hora previa a su encendido, para luego contemplar la hoguera en silencio mientras muchos se acercaban a
arrojar bolas de papel donde irían escritas las anécdotas negativas que le
habrían sucedido a lo largo del año, para después en una rueda cogidos de la
mano, bailar girando a su alrededor hasta que quedase convertida en rescoldos y
luego marcharse a casa. Así de simple. No es más que eso.
La tradición mal entendida acaba
en una degeneración de mal gusto por la exaltación desbocada de la fiesta y el
cachondeo, pero que le vamos a hacer, así son las cosas… al menos esperemos que
les haya aprovechado.